3 de octubre de 2024

NORTE DE INDIA 2024 (Reflexión)





Ya llevo varios días de vuelta por Nepal. Estuve unas semanas en el norte de India y quiero compartir algo sobre lo que fueron aquellos días para mí. En breve estaré de vuelta en India, pero al lugar que me gusta más: el sur.

Fueron días muy intensos de los que escribí unas hojas. Os dejo aquí algunas de las reflexiones sobe aquel tiempo, esperando que os divierta al menos leerlas:


NORTE DE INDIA 2024


Llegar a la India ya es una aventura de por sí. Siempre voy al sur de India, y no al norte. Si sigues leyendo lo que escribo durante estos días entenderás intrínsecamente el por qué. Llegar a la India es una aventura fantástica, no tiene por qué ser bonita, sino mágica y singular. Cuando vienes a este país has de saber bien que no es otro país, sino otro Universo… aquí las cosas no funcionan ni de lejos como un occidental piensa. Lugares comunes como la vida misma, la muerte, el amor, la lógica… aquí son otra historia.

Llegar a la India es darte de bruces con una realidad que deja atrás a menudo al más puro Surrealismo. Mi consejo siempre es: “No te preguntes el porqué la gente actúa así, o no te lo preguntes más de dos veces; es inútil”. Es un gasto de energía intentar asociar la lógica con el comportamiento de la mayoría de indios del norte. Además, cuando algo raro sucede, en vez de darme mal con la situación o las personas, siempre pienso: “Algo interesante hay para mí tras esta rocambolesca situación”.

Llegué a la India pero quería ir a Vietnam… esa era mi idea. Quería ir a Vietnam y descubrir un nuevo país, y quizás Tailandia, que nunca he estado. Pero llegué a consultar a mi astrólogo de cabecera (Ujjwal Adikhari) y me cambió en un segundo todo. Le pregunté sobre el viaje que iba a hacer y tras mirar mi Carta Astral y los Astros, decidido asertó:

- No. No te vas a Vietnam. Tienes que viajar hacia el Sur desde donde estamos, hacia el Sur, no viajes al Este.

Se quedó absorto no más de tres segundos en mis astros y sin pensarlo, decidido como una ostra y sin quitar la mirada de sus apuntes me dijo literalmente: Vas a ir a India: Vrindavan y a Varanasi”. Mi voz interna, con acento maño, entonó un “pues nada, se jodió el plan que tenía”. A los dos días de llegar a India entendí del todo el plan divino: el Tifón Yagi apareció justo entonces en Vietnam, Birmania y Tailandia… con devastadores efectos y llevándose la vida de cientos y cientos de personas… pero yo estaba en India.

Me puso deberes: lugares que visitar, cosas que hacer, rituales que llevar a cabo, y ríos y lagos sagrados donde debía tomar un baño. Y algunas cosas podía hacerlas solo, pero para otras necesitaría ayuda. Por ello llamé, todavía estando en Nepal, a quien fuera mi profesor de Astrología Védica (Chakra Subedi) y le hice una oferta que sabía no iba a rechazar: tomamos un té en las calles de Katmandú y le dije mi plan, añadiendo un “quiero que vengas tal día a Varanasi y lleves a cabo un ritual especial para mí”. Sé que iba a aceptar. Cuando me enseñó Astrología recordaba sus días en Varanasi (Benarés), donde pasó 10 años con su gurú aprendiendo sánskrito, Yoga y Jyotisha (Astrología Védica). Siempre me decía “algún día tenemos que ir juntos allí”. Así que le dije: “Mañana salgo a Vrindavan, nos vemos en una semana y poco en Varanasi”.



Vrindavan es un lugar relativamente pequeño, pero enormemente ruidoso. El caos es total, motos, coches, ricksaws, perros, vacas y personas comparten la calle sin que nadie tenga prioridad. Puedes ver a niños conduciendo motos, ni dios lleva casco, y las normas de viabilidad se resumen en la máxima “tonto el último”. Está cerca del Taj Mahal, que ya ví hace años, y que si quiero volver a ver de nuevo miraré en Youtube… a Vrindavan fui por el río Yamuna, y los pequeños lagos Radha Kunda y Shyama Kunda, todos lugares sagrados donde darse un baño. También fui a recorrer caminando los más de 20 kilómetros del Parikram de Govardhan, una montaña también sagrada. Todo esto se asocia a Krishna, la encarnación de Vishnu que vino a terminar con el rey Kamsa. Visité el lugar exacto de nacimiento de la forma humana de ese dios, los Ghat y crematorio del río; y también recorrí los 10 kilómetros que recorre el círculo que incluye los templos más importantes de Vrindavan… y más cosas, como visitar la sepultura de Swami Prabhupada, el lugar donde Krishna y Radha bailaban cada noche, o asistir a la casa de un sadhu que habla de la Baghavad Gita cada noche en su salón…










Todo ello, entre Mathura y Vrindavan. Y todo ello hubiera sido imposible sin la ayuda de Krishna. No sólo el poder divino, sino Krishna Das, un chico que me ayudó de forma especial. Os cuento cómo di con él porque no tiene desperdicio:

La cosa es que llegar a la India, como decía al principio, es una aventura. Llegar al norte además de aventura es una locura total. Lo más normal es que el transporte que has contratado no te lleve donde dijiste, que la habitación que has reservado no sea la de las fotos, que además se halle a más de 1 kilómetro de donde decía Google, y que te quieran engañar. Sí, el norte de la India es así, constantemente: gente que te ve y ve un dólar andando. Hay que saber dónde vas, porque si no te vuelven loco fácilmente. Hay que armarse de paciencia porque si no surgen instintos asesinos de querer empezar a matar indios. Hay que saber que cuando dicen blanco, en cosa de minutos puede que sea negro. A modo de ejemplo, y sólo contaré una anécdota, la primera que me sucedió porque no sé cuál escoger, y eso que no es la más extraña:

Llego en taxi desde el aeropuerto. En teoría he de ir a Vrindavan, pero se lo pasa de largo y me deja en Mathura porque se me ocurrió decirle que quería cambiar euros por rupias. Me dice el chico joven que me recibe que en Vrindavan no hay casas de cambio, que ha de ser en Mathura. Me bajan en Mathura, le digo al chico en cuestión que yo quiero ir a Vrindavan, y repite que es aquí en Mathura donde hemos de cambiar moneda. Para llegar aquí nos hemos pasado de largo Vrindavan, y le digo que no me lo creo y que me lleven a Vrindavan, pero me dice que él pagará el ricksaw que no me preocupe (spoiler: lo acabé pagando yo). Me mete en un ricksaw con mochila, maleta… y me lleva a ¡¡Vrindavan!! a cambiar moneda. Lo primero que pienso es preguntarle sobre su coeficiente intelectual, maldita sea, nos habíamos pasado de largo con el taxi Vrindavan, me llevan a Mathura porque en Vrindavan no hay casas de cambio, pero me llevan camino atrás a cambiar euros por rupias a Vrindavan. 

Quienes habéis estado en el norte de India sabéis estas movidas, quienes no, no estáis leyendo mal. Es así tal cual el orden en el que sucedió. Seguido me lleva al “Hotel”, que como os digo: no se llamaba como yo había contratado, la habitación no era ni de lejos parecida y estaba a más de 1 kilómetro de donde yo quería estar… pero eso sí, el precio era el mismo. Le digo al de Recepción que paso palabra, y el chico este joven me ofrece un alojamiento, literalmente “por 1.000 rupias”, en Mathura. Hala, de vuelta a Mathura. Como es tarde y no quiero matar a nadie, acepto. Le digo que me quedo al menos 5 o 6 noches; pero a la segunda mañana, de repente me dice que me tengo que ir, que recoja mis cosas…

Vuelvo a cómo conocí a Krisna Das, el guía que me ayudó tanto y sin el que todo hubiera sido muy diferente. La cosa es que desde Mathura para ver lo que quiero ver tengo que ir cada vez a Vrindavan, donde dicen que por cierto, para entrar a vivir necesitas el permiso de Radha, la divinidad, cosa que yo no pedí en ningún momento. Pero en Vrindavan a las 24 horas de estar en India, y viendo el panorama, lo que sí pedí fue ayuda divina: Krishna, o a quien corresponda, envíame a alguien que me ayude en esta misión. En el Templo ISKCON entoné 108 veces el Mahamantra, acto seguido medité justo debajo, donde está el cuerpo de Swami Prabhupada. Salgo de ahí y a los 20 segundos ya fuera, viene un tipo de treintaytantos años directo a mí y me dice: ¿eres español?. Le digo que sí, y al ver que no es el típico cansino que me va a hablar de fútbol, y que se va a sorprender de mi respuesta de “soy español pero no me gusta el fútbol”, me intereso por él.

Entablamos una interesante conversación y le pregunto por su profesión y su nombre: “Me llamo Krishna Das y soy guía”. Bueno, parece que desde lo divino han escuchado mi súplica. Le explico mi plan, mis deseos de hacer determinadas cosas y me dice que él se dedica a guiar gente en todo ello… gracias vida. A la mañana siguiente me dicen en el Hotel de Mathura que me vaya, como os dije. Ah, y que ahora al pagar no son 1.000 rupias, que me había dicho 1.200. Ese mismo tipo, el chico joven que me había recibido, me había preguntado el primer día por la tarde al conocernos, que por qué quería ir a Vrindavan y no a Mathura que es más pequeño. Sin disimular mi cara de sorpresa le digo que no, que Vrindavan es más pequeño que Mathura; y con una sonrisa que rozaba la risa me dice que no, que Mathura es más pequeño y que Vrindavan es más grande. Me quedo perplejo, pero pienso que al fin y al cabo él es el nativo. Por la noche, una vez vi ambas localidades, le digo que sin duda creo que no, que Vrindavan es más pequeño y que es Mathura la localidad grande; y me dice que sí, que “Mathura es una ciudad, y Vrindavan un pueblo”, lo contrario que horas atrás… Sea como sea, me está literalmente expulsando del Hotel porque sí, pero lejos de enfadarme le doy las gracias porque sé que algo mejor hay para mí.

Pido permiso ahora sí a Radha para poder vivir en Vrindavan, y llamo a Krishna Das, con quien había quedado ya de buena mañana pero le digo que tenemos que cambiar planes… que estoy de repente sin habitación. Me dice que lleve la mochila que él me ayuda a encontrar habitación en Vrindavan, y así fue en poco tiempo.

Bueno, esto para que sepáis sólo una de las movidas que suceden en el norte de India, tan diferente del Sur. El Sur de India es mi paraíso particular, y aunque son indios y tienen su forma de ser, estas cosas son menos, mucho menos casuales.

Vuelvo al relato de interés, porque con la ayuda de Krishna Das pude visitar no sólo los lugares que quería, sino descubrir nuevos y muy especiales. Me lo puso todo fácil, me presentó a las personas adecuadas, economizó mis movimientos y a cada lugar que íbamos me ofrecía una explicación perfecta. Es un indio raro, vamos a decirlo, raro: no lleva bigote, responde a mis preguntas a la perfección (lo normal aquí es el “¿Dónde vas?”, “Manzanas traigo”), conduce responsable, no pita como un loco conduciendo la moto y además ¡¡sabe activar un intermitente al girar!! (no miento cuando digo que no vi a nadie, sino sólo a él, utilizarlo), y no estaba ansioso por sacarme rupias… muy raro el indio este.

Pasé una semana con él, de lo que le estaré eternamente agradecido; me llevó a todos los lugares donde yo debía ir, y a más. Pero mi viaje continuaba. La siguiente parada era Varanasi, la ciudad santa de Shiva.

Con Vrindavan y Mathura tuve suficiente ruido de coches, motos, gente, pitidos y demás. En Varanasi quería mantener perfil bajo, y tuve la suerte de encontrar una buena habitación para lo que es la India. También se dieron situaciones raras, con lo rara que es la palabra de por sí, pero efectivamente eran situaciones raras. 

Iba un día sí y un día no a bañarme en el río Ganges. La primera vez que me metí fue en 2010, lleno de miedos que me metió quien me acompañaba acerca del río; pero en esta ocasión iba libre, y los baños sagrados fueron tales. Visité varios Ghat, tomé baño en ellos, vi también arder cadáveres como días atrás en Mathura, con lo que ello me ayuda a interiorizar en la impermanencia. Paseé por las pocas silenciosas calles que hay, asistí a la Ceremonia del Fuego (Aarti), y fui a pocos templos… esperando a mi profesor de Astrología, Chakra a quien mencioné antes, y que iba a llegar desde Nepal.

El día antes de su llegada yo había guardado un ayuno, el Ekadashi. Se debe romper durante la primera hora desde el amanecer siguiente. Esa era la mañana en la que él llegaba a Varanasi, pero no me llamaba ni aparecía en el hotel, así que salí a tomar un té con galletas para romper el ayuno. Tal es mi sorpresa que saliendo a dos calles escucho de repente mi nombre, y era Chakra con su sonrisa que venía de camino. Vino desde Nepal a India sólo para llevar a cabo un ritual especial que le pedí, porque tenía que hacerlo igualmente y no me fío sino de él y de mi otro astrólogo. A los dos días se volvía.



Fue emocionante verle de vuelta a la ciudad que le había acogido entre los años 80 y 90. Me llevó al Hanuman Gadi Ghat, y me presentó a los descendientes de su gurú. Me mostró dónde había aprendido durante años. Me llevó a casa de gente que conocía desde entonces pero que no había vuelto a ver en muchos años, y todos le recordaban con mucho cariño. Todos querían que se quedase en su casa… y al día siguiente pudimos hacer en la intimidad nuestra esperada Pooja o Ritual.


Después, como el día anterior, tuvimos la oportunidad de pasear por las calles, entrar en casa de amigos, algunos de los cuales ya habían fallecido. Tomamos té en la calle, y comida en casa de sus amistades… algo muy auténtico. Fuimos a veces 3 en una misma moto, bebimos lassi, hablamos como siempre de lo divino y lo mundano… Fue de especial mención el hecho de que nos dieron unos libros, algunos manuscritos, el más antiguo de 133 años, que versaban sobre Tantra, espiritualidad, y Astrología Védica… un descubrimiento a lo Indiana Jones que salía de una casa en obras que restauraban. Las páginas estaban llenas de polvo y tierra, y nos llevamos a Katmandú dos ejemplares en sánskrito.


Chakra se volvió a Nepal, y yo pude quedarme unos días más en la ciudad del Ganges, para culminar en la visita al Templo Dorado de Shiva, la joya de la corona de Varanasi. Se trata de un templo que hace unos años quería ya visitar. Es uno de los 12 Jyotirlingam, y por nuestra Carta Astral Védica tenemos asociada nuestra energía a uno de ellos. El mío es ese, y pude pasar horas meditando allí, ofrendando en el principal Shivalingam, ver las cúpulas de oro que cubren el Mandir, y pedirle mis deseos al enorme becerro de piedra, al que en la oreja izquierda se le dice acercando la boca lo que deseas. Siempre pido lo mismo: https://www.youtube.com/watch?v=guZI5Z_37Yk

El viaje terminó, y volví a mi amada Katmandú. Aunque ciudad ruidosa, me pareció a la vuelta un remanso de paz y calma, comparado con el caos y ruido 24/7 del norte de India. Al volver aquí, tenía que cerrar todo lo que había hecho durante las semanas anteriores mediante una visita al Templo y Crematorio de Pashupatinath. Y así hice, en un lugar que nunca deja de sorprender por la mezcla de sensaciones que produce: la vida y la muerte se dan allí cita; la celebración y el éxtasis de quienes asisten a la ceremonia del Fuego (Aarti o Arati), y la pena y tristeza de quienes justo enfrente dicen el último adiós a sus seres queridos que arden en la pira funeraria…


CONCLUSIÓN:

Se me quedan muchas cosas en el tintero, muchas historias, anécdotas, situaciones, personas, y otras que no puedo ni debo contar. Se me quedan sin sacar a la luz pero se mantienen dentro de mi esencia, gracias a todos estos días que con sus dificultades y sus bendiciones me han ayudado a crecer claramente.

Las experiencias que vivimos son lo que nos llevamos al irnos de esta vida. Poco más. Eso y el amor dado y recibido. Todo lo demás se queda aquí, de donde proviene. Todo nos viene dado, nada nos pertenece, y todo hemos de darlo de nuevo en un acto de falsa generosidad: pues es sólo de la Divinidad de donde nos es dado todo lo que somos, tenemos y disfrutamos; y a ella le pertenece.



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